lunes, 25 de septiembre de 2006

La joven del agua.

Quiero hablaros sobre el placer de sentirse listo. ¿Habéis visto alguna vez una de esas películas “que te tienen que explicar”? Seguro que sí. Son ésas que, cuando sales del cine, necesitas que alguien te ayude a entenderlas. Y la diversión consiste precisamente en eso: en reconstruir el puzzle que te han puesto en la pantalla. Si lo consigues, sientes un placer inefable. ¡El placer de ser listo! No hay sensación más deliciosa, y el director M. Night Shyamalan lo sabe. Por eso en todas sus películas recurre precisamente a ese truco: te enreda para que PIENSES porque sabe que al final, cuando COMPRENDAS, te vas a sentir de puta madre. ¡Alimenta nuestra autoestima! Empezó a hacerlo en su tercera película, El sexto sentido (1999), y desde entonces ha venido jugando con nuestro cerebro para alimentar nuestro ego. Hasta aquí todo bien, pero hay un problema: si Shyamalan sabe cuánto nos gusta sentirnos listos es porque él también ha probado esa miel. Y claro, le ha pasado lo que a cualquier hijo de vecino: que se ha enganchado. Ahora es el primero que disfruta sintiéndose listo. Y su cine ha pasado de ser un juego a ser un ejercicio de onanismo. O dicho de un modo terriblemente vulgar: lo que antes era un polvo, ahora sólo es una paja. En su última película, La joven del agua (2006), M. Night Shyamalan se ha deleitado tanto con su propio cerebro… que nos ha dejado a todos fuera, sin diversión. Os voy a contar por qué.

En esencia, La joven del agua es un cuento. La típica historia de un espíritu bueno que aparece y hace que todo el mundo se vuelva bueno como él. Pero que nadie se confunda, que los cuentos no son una cosa simple. Detrás de ellos hay toda una maraña de hilos que mueven a los personajes. Hasta ahora, M. Night Shyamalan manejaba estos cables con oficio de titiritero, y por eso sus historias nos dejaban así de contentos. Pero en La joven del agua no se ha conformado con quedarse detrás del telón, en el triste y gris anonimato de las tramoyas. En lugar de eso, ha preferido encender las luces para que le veamos mover los hilos, para que veamos lo hábil (listo) que es. Y así, lo que podría haber sido sólo un cuento, ha acabado siendo mucho más: ¡un METACUENTO! ¡Un cuento con el culo al aire! Algo así como una mezcla entre E.T. -que es un gran cuento- y Scary Movie -que es una gran reflexión sobre el arte de contar cuentos-.

La cosa podía haber salido bien, pero a Shyamalan le ha salido el tiro por la culata. Obsesionado por ser listo, se le ha olvidado que la verdadera conquista no está en la inteligencia sino en la simplicidad. E.T. nos encanta y no necesitamos que nos digan por qué, ¿verdad? No necesitamos que alguien nos recuerde que en realidad sólo se trata de un cuento inteligente, que los personajes son de una determinada manera porque sólo así funciona la historia. Vemos la fábula del extraterrestre cabezón, nos encanta y, a partir de ahí, admiramos a Spielberg. El director indio, por muy listo que sea, no ha entendido esta sencilla aritmética de la admiración. El ego le ha jugado una mala pasada y, en lugar de esforzarse por contar una historia, se ha esforzado por que nosotros sepamos cómo nos la cuenta… para que le admiremos. ¿El resultado? Ya podéis imaginaros: el guión, que debería ser simple y claro, se complica hasta el aturdimiento para mostrarse a sí mismo como tal; y los personajes se quedan en caricaturas porque lo único importante es que comprendamos el papel que juegan, no su profundidad psicológica.

Lo peor de todo, sin embargo, es que el inconcebible ego de Shyamalan ha ido mucho más lejos. ¡Ha llegado hasta el mesianismo! “Ya que estoy haciendo un cuento”, debió de decirse, “¿por qué no convertirlo en una parábola sobre la vida? Después de todo, muchos cuentos ocultan moralejas y lecciones, ¿no?”. Pues bien, querido Shyamalan, cuando las parábolas están bien hechas, cada uno puede interpretarlas a su manera y siempre sacará conclusiones enriquecedoras. Pero cuando el tipo que escribe la parábola sólo está atento a la forma, como es tu caso en La joven del agua, entonces su sentido no pasará de ser ramplón. Has querido hacer que viéramos el mundo desde los ojos de un niño pero nos has tratado como a críos. No sólo no me ha gustado tu película sino que, además, la estoy poniendo a caer de un burro aquí, en Sindrogámico. Y no te imaginas lo listo que me siento al hacerlo, querido. Me da un gustirrinín…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Rfa., gracias por recomendarnos nuevamente que no veamos una película. Ya puedo echar esos 6 euros en mi hucha. Pero, por favor ¡dime qué puedo ir a ver!

Anadja dijo...

TRES HURRAS POR LA CRÍTICA DE RFA!!
HIP HIP HURRA!
HIP HIP HURRA!
HIP HIP HURRA!
Aunque creo que te has quedado corto poniéndola a caer de un burro. Esta película es una auténtica y verdadera MIERDA y ensucia el nombre del maravilloso Paul Giamatti, a pesar de que su interpretación es más que solvente. Pero es una mierda, os digo. Y no os cuento quien interpreta al "elegido" porque supongo que Rfa no lo ha hehco para que, si algún día la veis, flipéis todavía más.
He dicho.

Anónimo dijo...

jo, pues habeis conseguido que ahora me apetezca ver una película que me despertaba bastante indiferencia! Sólo vi el Sexto Sentido, pues el resto de sus películas, no sé por qué, me dan mucha pereza...Ahora quiero saber por qué Shyamalan se siente tan listo!