lunes, 30 de octubre de 2006

Pequeña Miss Sunshine.

Siempre me he preguntado por qué en los festivales de cine hay un Premio del Público. No estoy muy informado de cómo funcionan estas cosas, pero a mí sólo se me ocurre una explicación: desde el principio se asume que el jurado y la gente normal tienen gustos diferentes. Hoy, sin ir más lejos, leía en El País la crónica de la Seminci y me encontraba con la siguiente afirmación: “el premio del Público fue, con toda lógica, para el filme francés Days of glory”. ¿Qué significa “con toda lógica”? ¿Cuál es esa lógica? ¿Hemos de suponer que el comportamiento del público de un festival es siempre previsible? Y si lo es: ¿hacia dónde se decanta? Para salir de dudas he ido a ver Pequeña Miss Sunshine (Jonathan Dayton y Valier Faris, 2006), ganadora del Premio del Público del Festival de San Sebastián.

En esencia, la película no ofrece nada nuevo: road movie acerca de una familia disfuncional que atraviesa California para que la hija pequeña participe en un concurso de belleza. No hace falta haber visto mucho cine para hacer conjeturas sobre lo que viene después. Si os ponéis a pensar durante, digamos, dos minutos, estoy seguro de que adivinaréis el resto. ¿Por qué, entonces, el público de San Sebastián votó Pequeña Miss Sunshine como la mejor película?

La primera explicación que se me ocurre es que la cinta pone a caer de un burro a la sociedad gringa. Si hay algo con lo que disfrutan los cinéfilos de este país es riéndose de los Estados Unidos. Debe de ser algún tipo de complejo de inferioridad, la revancha íntima del listo, que tiene cerebro en lugar de músculos. Por fortuna, los directores Jonathan Dayton y Valier Faris son bastante sutiles respecto a esto. Al fin y al cabo estamos hablando de dos de los mejores realizadores de publicidad de hoy en día: si ellos no saben cómo funciona la gente por dentro, entonces nadie lo sabe. Sus americanos, aunque ridículos, son algo más que caricaturas.

Otra explicación posible es el viejo tópico de la incorrección política. Nunca falla: en cuanto alguno de los personajes de una película rompe con los típicos tabúes de hollywood, el público de los festivales se derrite en la butaca. El único riesgo está en la trascendencia que se le quiera dar a este esperpento. Si se pretende usar a un friki para trazar el gran retrato de la sociedad contemporánea, como hace Todd Solondz, la cosa queda en chabacana. Menos mal que en Pequeña Miss Sunshine los locos son los buenos y funcionan como una mera gamberrada, que si no, ni siquiera me habría tomado la molestia de escribir.

Mi última hipótesis tiene que ver con el humor. En un festival, la risa es patrimonio exclusivo de los espectadores. Hablar de las carcajadas del jurado sería entrar directamente en el oxímoron, en lo imposible, en lo inconcebible. La comedia siempre será un género menor y popular. Por eso resulta comprensible que Little Miss Sunshine ganase el Premio del Público y no la Concha de Oro: porque produce mucha risa.

Al final, entonces, ¿a qué conclusión llegamos? Muy sencillo: el Premio del Público es siempre para una película que se disfruta sin tener que explicarla. Es el gran homenaje de todo festival al motor básico del cine: la emoción pura y dura. Cualquier cinéfilo, por muy culto y sabio que sea, conserva en su corazoncito un resorte que se activa de la manera más simple. Habrá quien se emocione burlándose de los gringos, quien se lo pase bomba con el escándalo y quien busque sólo un poco de risa sana. No importa. Lo único importante es que a veces necesitamos ir al cine sólo para sacar nuestro lado más simple. Y para casos como ésos, Little Miss Sunshine funciona a la perfección.

5 comentarios:

n. dijo...

La verdad es que no creo que la fascinación que tiene (tenemos) el público europeo por este tipo de comedias tenga que ver con un complejo de superioridad. Más bien lo contrario, y es que, salvo honrosas excepciones como el Reino Unido (por ejemplo, con Little Britain), en Europa en general no tenemos esa capacidad de autocrítica que tienen los americanos. Y en España, un país donde Cruz y Raya son considerados humoristas, menos: cuando se intenta dar una visión de la sociedad nos sale generalmente algo tipo Torrente o nos ponemos profundos y poéticos tipo León de Aranoa, sin términos medios. La comedia cínica americana ha dado en los últimos años un montón de pelis muy recomendables como Academia Rushmore o Los Tanenbaum, Muérete Bonita o Election o, y ya sé que te salen sarpullidos, Rfa., pero Bienvenido a la casa de muñecas de Solondz. Tengo muchas ganas de ver ésta.

Anónimo dijo...

Estoy contigo, n. La comedia es un género menor aquí, pero creo que Hollywood ha dado muy buenas películas, clásicos, como "Con faldas y a la loco". En España sólo sabemos hacer eso. Pero comedias españolas que se salven también hay, ¿no n.? "Amanece que no es poco" ¿podría ser una? Tampoco soy experta en cine, así que corregidme.
Por otro lado, creo que el Premio del Público está muy bien, porque siempre puede "sorprennder" y eso siempre da mucho morbo en los festivales.

rinconete dijo...

Con Pequeña Miss Sunshine ocurre algo extraño. Mucha de la gente a quien la película le gustó comienza por aclarar que no se trata de una obra cumbre, que no es una película profunda o que adolece de varios de los tics del cine indie americano (como señala rfa.).
Sospecho que aquellos a quienes les gustó "Con faldas y a la loco", para retomar el ejemplo de magapola, deben haberlo dicho sin preambulos. No busco comparar a Jonathan Dayton y Valerie Faris con Billy Wilder, simplemente señalo una actitud extraña, que agrega una especie de filtro entre el espectador y el placer de ver cine.

rinconete dijo...

Acabo de leer un posteo de rfa sobre La noche de los girasoles, película que no vi. Hay una frase que, creo, resume lo que quise explicar en el comentario anterior:
¨Lo importante, lo único verdaderamente importante, es alimentar el interés.¨
Creo que nuestros amigos Jonathan y Valerie lo logran con Little Miss Sunshine, asi como la madre de rfa lo lograba con sus lentejas.

Walter Kung Fu dijo...

A diferencia de lo que apuntáis alguno de vosotros, yo puntualizaría que lo que no existe en este país y que se ha convertido hace ya mucho tiempo en un clásico de la industria cinematográfica norteamericana es la comedia sobre la familia. En España, siempre ha existido una predilección por la comedia, desde los tiempos de Edgar Neville, Jardiel Poncela, Buñuel, Azcona, Berlanga, Fernán Gómez, la españolada de la transición, Almodóvar, Torrente,.... Un claro ejemplo es que hubo un tiempo en que a nuestros actores se les llamaba cómicos. Es más, para demostrar el arraigo de la comedia en el cine español basta con comprobar cuan irreconocibles parecían esos actores fuera del género de la comedia, pongamos por ejemplo, López Vázquez, Alfredo Landa, José Sacristán, Pajares,... Por tanto, me decanto más por pensar que seguimos teniendo un miedo y un respeto casi represivofranquista por la familia, o bien, que nos falta intención por reírnos de la familia española. La comedia siempre estuvo ahí.