miércoles, 15 de noviembre de 2006

Borat.

Este señor de la foto tiene una rara habilidad: es capaz de tocarle los cojones a todo el mundo. ¿Por qué? Muy fácil: porque lo mismo ridiculiza a los gringos que hace gala de un machismo escandaloso. Su nombre, por si no lo sabéis ya, es Borat. Viene de Kazajistán y estoy convencido de que va a dar mucho que hablar. A partir de ahora en el mundo habrá dos tipos de personas: los que se rían con él y los que, por el contrario, le odien. ¡Viva! Ya iba siendo hora de que llegase una polémica realmente jugosa, una de esas que te obligan a cuestionarte tus principios. Sí, sí, tus principios, porque si una cosa promete hacer Borat es arremeter contra todo y contra todos. Vamos, que es a la comedia lo que el punk era a la música. ¿Límites? ¿Para qué?

Pero vayamos por partes. ¿Quién es, en realidad, este tipo? Básicamente, un chiste de mal gusto. ¿Os acordáis del rapero chungo que salía en el vídeo de Music de Madonna? Pues bien, ese rapero se llama Ali G. y es el personaje más famoso de un humorista británico llamado Sacha Baron Cohen. Sacha tiene un programa en la tele británica que está dedicado íntegramente a Ali G. y, según parece, a la gente le gusta. ¿Y Borat? Pues Borat es uno de los personajes secundarios, un supuesto reportero venido del Este que se dedica a hacer entrevistas sin que la gente sepa que es de mentira. Más o menos como Tonino en los primeros tiempos de Caiga quien caiga. El tío debe de tener tanta gracia que a alguien se le ocurrió una idea verdaderamente genial: ¿por qué no llevarlo a Estados Unidos y hacer una película entera sobre sus impresiones? Dicho y hecho. Borat, la película, promete ser un retrato de los gringos a través de la mente deformada de este kazajistaní. Sacha Baron Cohen se ha recorrido el país disfrazado de paleto y ha sacado lo peor de sus anfitriones. En teoría, un planteamiento así haría que todos los progres que leéis Sindrogámico os frotáseis las manos de placer, ¿verdad? El problema surge cuando descubrimos que Borat no sólo pretende hacer gracia a costa de los americanos, sino también a costa de su personaje. Quiero decir: el tipo hace chistes machistas o antisemitas. De hecho, se presentó en el festival de cine de Toronto montado en un carro tirado por mujeres, alegando que las considera inferiores a los caballos. ¿A que ya no es tan fácil reírse?

El verdadero interés de Borat, por tanto, es el hecho de que cruce la línea de lo políticamente aceptable. ¿Dónde está el límite del buen gusto? Tal y como lo veo yo, uno de los mecanismos esenciales del humor es romper con lo correcto. Nos hacen gracia los chistes sobre pollas porque no hablamos de pollas con nuestras madres. Que levante la mano quien no se haya reído alguna vez con un chiste sobre tragedias ajenas. Los tabúes son, sin duda, una de las mejores fuentes de inspiración para el humor. Dicen que la risa es un mecanismo de liberación, ¿no? Pues eso: nos reímos para liberarnos de la presión de los convencionalismos. Lo fascinante es que esos convencionalismos, esos tabúes, los tenemos todos, hasta los que hacen gala de no tener tabúes. Habrá gente que se escandalice al ver la película que los Monty Python hicieron sobre Cristo, y otros que se escandalicen cuando Borat bromea sobre matar judíos. ¿Cuál es la diferencia entre los dos chistes? ¿Acaso no es sólo una cuestión de nivel?

Aunque resulte paradójico, estoy convencido de que la respuesta dependerá muchas veces de quién se ríe con el chiste. Pensemos, por ejemplo, en Torrente. ¿Sería Santiago Segura tan despreciado por los intelectuales si no hubiese gozado del favor del público? A veces me acuerdo de lo cool que era ver sus primeros cortos cuando nadie sabía que Segura existía. Si te paras a pensarlo, esos cortos no eran más que versiones reducidas de Torrente. Y sin embargo el machismo de sus personajes te hacía gracia. ¿Por qué? Porque sabías que tanto él como todos los que veían sus cortos erais del mismo palo: una panda de progres que ridiculizaban a los fachas. A continuación Santiaguito se hizo famoso y, de la noche a la mañana, los mismos culturetas que le habían adorado le volvieron la espalda. ¿Qué había cambiado? En principio, sólo una cosa: que el chiste le hacía gracia incluso a los fachas. Y lo que antes era una burla de determinadas conductas pasó a ser considerado una exaltación de las mismas. La pregunta es: ¿lo era en realidad?

En mi caso, creo que mi nivel de escándalo está en función del objetivo último del chiste. Si en una web nazi leo un chiste sobre el holocausto es probable que no me haga puta gracia, mientras que si Woody Allen lo hace, seguro que me parto de risa. Y desde este punto de vista, mi conciencia está tranquila con Borat: Sacha Baron Cohen pasa por ser un individuo lo suficientemente cool y de una ideología cercana a la mía. La película, además, ha tenido unas críticas excelentes. Iré a verla este mismo fin de semana, pero todo el tiempo tendré una duda: ¿habría pagado la entrada si el actor, en lugar de ser judío, fuese un ultraderechista xenófobo?

7 comentarios:

n. dijo...

Puf, qué cantidad de preguntas para un solo post... La verdad es que a mí también me atrae todo lo que he leído sobre la película. De siempre me ha tocado mucho las narices el concepto de corrección política, pero la incorrección política per se también me resulta indigesta. Series como Padre de familia o South Park, con esa necesidad continua de epatar por epatar, acaban resultándome bastante cansinas: los chistes sobre minusválidos o sobre abusos a menores pueden ser graciosos o no serlo, pero no hay que forzar la máquina casi por obligación. Siempre que se habla de los límites del humor, no puedo evitar acordarme de la moraleja de la reivindicable El escándalo de Larry Flint: La libertad de expresión implica el derecho a tener mal gusto. A mí, en su momento, el primer Torrente me hizo gracia, qué le voy a hacer. Ésta creo que también la veré...

Alis dijo...

La incorrección política puede ser muy graciosa, aunque también, como bien dice n., cansina.
No obstante, al hablar de películas (si es que se las puede llamar así) como Torrente o la de este engendro con ¿bañador? verde fosforito, deberíamos preguntarnos si realmente echan mano de la incorrección política, o símplemente del mal gusto. A mí, personalmente, me parece que el hecho de que Santiago Segura se reviente un grano y el pus salpique a la cámara es algo desagradable, no una provocación política, como igualemente desagradable es que un tío se presente en una reunión subido a un carro tirado por mujeres-burro.
Mal gusto y nada más; y si eso es incorrección política progre, ¡yo soy Teresa de Calcuta!

Anónimo dijo...

Límites: burla, mal gusto, políticamente incorrecto, insulto, denigración, desprecio, etc. Lo más fácil es hacer reir metiéndote con los demás, por lo tanto si lo haces, más te vale hacerlo bien. Decir que la mujer es inferior a los burros y ponerlas a tirar de un carro demuestra una nula creatividad. ¿Ahora con esas? Eso ya está dicho, qué digo ¡redicho!, señor del ¿bañador? fosforito. Estoy un poco harta de los tópicos del machismo, el horterismo y cosas así.

mikto kuai dijo...

Yo pienso ir a ver la película de este, políticamente incorrecto, cómico británico. Sospecho que voy a ver cosas muy pero que muy interesantes sobre la condición humana. Habrá personas que no les gusten sus modos, pero hablar de Sacha Baron Cohen simplemente como un cómico de mal gusto me parece simplificar muchísimo algo que leído entre lineas puede llegar a contener, entre otras cosas, una crítica feroz a la hipocresía habitual del humano. Aquí más información jugosa sobre la película y la persona.

rinconete dijo...

La verdad es que lo que nos hace reir es el espectáculo de la calamidad ajena, que viene acompañada por esa agradable sensación de no haber sido nosotros, al menos esta vez, quienes resbalamos sobre la cáscara de banana. Creo también que el humor es una de las pocas armas que el más débil puede esgrimir contra el más fuerte.

En ese sentido no hay límite al humor y uno puede reirse de absolutamente todo y de todos. Lo que probablemente uno no pueda hacer es reirse con cualquiera. No creo que un chiste sobre judíos contado por Adolf Eichmann en el casino de oficiales de Treblinka me causaría mucha gracia, retomando una idea de rfa.

mikto kuai dijo...

Acabo de ver la película y la verdad es que me he sentido bastante defraudado, me he reído unas cuantas veces, no lo niego, pero he visto el típico discurso a través del chiste vulgar para criticar ciertas cosas, y bueno, esto ya cansa, sinceramente pensé que iba a ser algo más trabajado, con más mordiente, me ha parecido todo muy facilón e insustancial. Quizás el problema es que me han vendido la película en los medios de comunicación como si fuera algo más que un chiste de mal gusto, en cualquier caso, sea chiste sólo o no, a mi desde luego me ha hecho poca gracia, ¿políticamente incorrecta?, sí, ¿aburrida?, por momentos, también.

Hans dijo...

Por motivos que de momento no vienen al caso llevo desde las 13.13 simultaneando la elaboración de un exquisito platillo (alimenticio) con la lectura cuasí-íntegra de este bló (de lo más reciente a lo más remoto).
Entre otras muchas constataciones, la de que cuando hay varios bloggers ('contributors') apuntados al mismo apero-blog, se produce mucho más. No doubt. Exponencial, diría.
La segunda, que la reflexión contenida en esta entrada en concreto es -especialmente- brillante. La tercera, que voy a quitar las cosas del fuego y a comer, que ya es hora. Abrazos.