lunes, 6 de noviembre de 2006

Hijos de los hombres.

Ayer por la tarde discutía con mi amigo Mikto Kuai sobre un asunto bien curioso: ¿qué es más fácil, criticar o elogiar? Yo siempre he pensado que resulta infinitamente más sencillo describir lo que odias, mientras que él tiene serias dudas. Después de varias cañas y muchas risas nos olvidamos del asunto, pero yo sigo empeñado en demostrarle que tengo razón. Y para conseguirlo se me ha ocurrido poner un ejemplo totalmente personal: voy confesar lo difícil que me resulta escribir sobre Hijos de los hombres (Alfonso Cuarón, 2006), la película que más me ha gustado en mucho tiempo.

Ante todo, y aunque parezca una paradoja, el cine que me hace feliz me vuelve gruñón y belicoso. Se me revuelven las tripas, se me inyectan los ojos en sangre y hasta se me nubla la mente con el desprecio que de pronto me inspiran las demás películas. ¿Y qué ocurre? Pues que en lugar de elogiar, termino criticando. Me dan ganas, por ejemplo, de pelearme a gritos con todos los que defienden Infiltrados (2006). Hijos de los hombres tiene dos o tres planos secuencia tan bien planificados que a su lado Scorsese parece un fotógrafo de bodas, bautizos o comuniones. Ante prodigios como éste no comprendo a los que hablan sobre el ritmo y el montaje de Infiltrados. ¿Cómo se puede admirar a alguien que rueda y rueda, sin tener ni puta idea de lo que va a durar su película? El verdadero sentido del ritmo, señores, es el de un director que es capaz de transmitir tensión con un solo plano. Y lo demás son subterfugios para ocultar la incompetencia.

Mi segundo problema es el pudor. Por si no lo sabíais, el placer es uno de los asuntos que más compromete, y a mí me da una vergüenza horrible reconocer cómo lo obtengo. Por ejemplo: ¿qué credibilidad voy a tener si confieso que me lo pasé bomba babeando con Clive Owen? No se trata sólo de que sea guapo, de que su barba sea el epítome de la masculinidad o de que tenga una voz que haga temblar rodillas. En realidad, lo que fascina de la interpretación de Owen es que tenga esa cara de alucinado y esa tristeza tan cercanos, esa pinta de tipo corriente, de antihéroe. El tópico se hace realidad: los verdaderos machos no son los tipos duros sino los hombres sensibles. Y con Clive Owen yo me haría gay ipso facto. ¿Cómo voy a poner eso en internet? ¿Qué iba a pensar mi novia? Sin duda, es mucho más sencillo hablar mal de cualquier otra cosa.

Algo parecido ocurre con mi tendencia a la lágrima. Hijos de los hombres me hizo llorar muchísimo y no queda bien que vaya por ahí contándolo. Pero es que Alfonso Cuarón ha logrado lo más difícil: que su año 2027, a pesar de reunir todos los tópicos apocalípticos, resulte verosímil y desgarrador. Y cercano, tan cercano que acojona. En lugar de poner coches que vuelan y ordenadores que te sonríen, el director ha creado un futuro que es como el presente, pero con cuatro o cinco cosas cambiadas. Cuarón, además, no se recrea con las novedades: las deja como telón de fondo y se centra en el drama de la historia. De hecho, ni siquiera se centra en el drama; sólo en la historia. Hijos de los hombres tiene momentos devastadores que el director ha filmado con una sobriedad y un respeto espeluznantes. Y con ese planteamiento, si no consigue que llore todo Dios, por lo menos consigue que yo lo haga. ¡Y vaya si lloré! Tanto, que me da vergüenza contarlo.

Para terminar, un último reparo: cuando hablo bien de algo tengo la impresión de que siempre recurro a tópicos. Al final acabo diciendo cosas como que la fotografía de Hijos de los hombres es estupenda, que la puesta en escena resulta soberbia o que el guión está perfectamente escrito. Menuda novedad. La perfección, igual que sucede con la felicidad, es una cosa que aburre describir. Mucho más interesante resulta, sin duda, analizar el fracaso. Por eso, mi querido Mikto Kuai, me cuesta tanto elogiar las cosas. ¿Le he convencido? Espero que sí.


9 comentarios:

Anadja dijo...

Iré a verla en cuanto pueda. Sin duda, criticar es siempre mucho más divertido, lo siento Mikto, por una vez no coincidimos...Clive Owen mola todo...

mikto kuai dijo...

No termina de convencerme Rfa. La felicidad es algo que yo adoro describir, nada aburrido, al igual que el fracaso (en este caso digamos que su descripción no es puramente adoración), y las dos cosas las equiparo al mismo nivel de dificultad a la hora de exponerlas, de ahí que tenga mis dudas. Me gusta rebozarme en el barro y me gusta recrearme en mi felicidad, y ambos, expresarlos cuando sea necesario; y lo pienso y lo pienso y creo que me resulta más fácil el elogio que la crítica, no me ruboriza en absoluto hablar del placer, todo lo contrario. En general la crítica, como también la alabanza, no suelen ser constructivas, y ahí es donde reside el principal problema; y no es cuestión de chuparse las pollas a elogios, como tampoco de tirarse los trastos a la cabeza, ni relativizar en exceso, lo que evitaría el intercambio, la conversación, es algo más complejo.

Estoy de acuerdo en algunas cosas que comenta sobre la película: Clive Owen está perfecto, una presencia y una actuación geniales. La ambientación de la película es tremenda, de lo mejor, y el futuro que nos plantea me gusta muchísimo, no tiene los excesos típicos del género de ciencia-ficción. Los planos secuencia a los que alude son estupendos, pero no entiendo por qué los usa para criticar a Scorsese, ¿Scorsese fotógrafo de bodas, bautizos y comuniones?, le conozco y se que no lo dice en serio, sino que ha sido más bien un espumarajo que ha lanzado por la boca por la ira que le provoca ver que otras personas tienen una opinión completamente opuesta a la suya, la ira no es buena, provoca incendios, y yo se que usted no es un pirómano pero gente que no le conoce tanto no tiene por qué saberlo.

En cuanto a la manera que tiene de rodar Scorsese, pues es su manera, he leído a tantos directores hablar tan diferentemente de cómo ruedan que al fin y al cabo me da igual que rueden a lo Hitchcock, es decir, un guión concreto y sin apenas modificaciones en el rodaje, que a lo Scorsese, con metraje sobrante por todos los lados y haciendo una criba importante en la sala de montaje, que a lo que sea, el caso es que funcione. Creo yo que no es la manera o la persona, sino las dos cosas lo que debe funcionar, es decir, el encaje perfecto de ambas. Y así puedo entender tanto a Hitchcock como a Scorsese, y disculpe este exceso de empatía, a veces hasta yo me asusto.

Hijos de los hombres es una buena película, pero no salí maravillado del cine, y lo achaco más bien a un problema de gustos personales. Es una película que no me tocó, y no se por qué, y me estoy fijando que no he dicho más que cosas buenas de ella cuando en realidad la película ya digo que no me aportó grandes sensaciones. Esto me lleva a pensar que para mi, quizás sí, es mucho más fácil la alabanza que la crítica.

mikto kuai dijo...

Por cierto, vaya ladrillazo de comentario que me he marcado...
:-O

nanyu fonseca dijo...

yo tb quiero verla, pero dudo que sea esa obra de arte que dices. y me parece un pelin exagerado como calificas a Martin, aunque he de admitirlo que me ha hecho reir.

rinconete dijo...

Voto por los argumentos de rfa. Y me parece que la clave es el pudor, ese que nos frena al tener que describir algún momento de felicidad, en particular si es nuestro. Ese mismo que desaparece en cuanto la felicidad cede su asiento al fracaso. Describir el fracaso, nuestro o ajeno, pareciera ser más fácil, más atractivo y más tentador. Las críticas, feroces, de un Borges, por ejemplo, suelen ser más contundentes que sus apasionados elogios.

Anadja dijo...

"Hijos de los hombres es una buena película, pero no salí maravillado del cine, y lo achaco más bien a un problema de gustos personales. Es una película que no me tocó, y no se por qué, y me estoy fijando que no he dicho más que cosas buenas de ella cuando en realidad la película ya digo que no me aportó grandes sensaciones....."

Perdona, Mikto, que reproduzca literalmente un párrafo de tu comentario sobre la peli, es que a mí me pasó EXACTAMENTE LO MISMO viéndola. Yo que soy de lágrima facilísima, no derramé ni una viendo esta peli...Yo, que me emociono con la sintonía de Documentos TV (la BSO de 'París Texas') o con la músiquita del anuncio de lotería de este año (la BSO de Cinema Paradiso). Salí contenta del cine, pero efectivamente la peli no cconsiguió conmoverme. Y os juro que no sabría explicar por qué... Me llama mucho la atencción Rfa, que digas que lloraste como un niño.....
En lo que coincido absolutamente con Rafa es en todo lo que dice sobre Clive Owen...ay!!

Anónimo dijo...

Bueno, honestamente hablando, decir que un director se mide en un plano secuencia es ignorar un 99% de toda la historia del cine; hay directores que se afianzan en los actores, hay directores cuya habilidad está en la visualización, otros hacen gala del montaje -uno de los elementos definitorios del discurso. Spielberg fue uno de los primeros en trabajar netamente a partir de puros story boards- esto no es ni malo ni bueno, símplemente le funcionó muy bien en sus inicios, logrando una narrativa compacta y vibrante, orgánica y sólida, fluida. Luego cambió a un estilo más documentalista e improvisatorio. Algunos directores como Hitckock gozan de explorar las posibilidades lúdicas del medio: cómo generar sorpresa, suspenso, cómo llevar al espectador de una lado a otro inesperado... otros prefieren el enfoque naturalista (Jean Renoir), aquel en el que la cámara parece ausente y nos olvidamos de su presencia; otros -como el mismo Scorsese en sus comienzos o como Fincher- exploran las posibilidades moviles y protagónicas de la cámara. Los planos secuencia de Children of men, son soberbios, por supuesto, pero al margen de la dirección "in situ" hay todo un trabajo de post producción -efectos visuales adicionales, efectos de sonidos, edición musical si la hay, trabajo de retoque de la fotografía y un largo etcétera- que es trabajo técnico logrado por diversos profesionales de estas áreas; pero lo mismo vale para las escenas de batalla de Saving Private Ryan o Black Hawk Down; la diferencia es que en este caso, el director optó por el plano secuencia. The Rope, de Hitchcock, una película que en sí pretende ser toda una sola toma, no es el mejor trabajo del famoso director, ni el que le ha consagrado como tal.
Repito, son soberbios los planos; pero el segundo de estos, que es extremadamente largo, consume prácticamente los últimos 25 minutos de cinta.
Sin esa escena de acción -porque por maravillosa que sea no es más que una escena de acción- la cinta carece prácticamente de tercer acto. En otras palabras, para mi esa secuencia funciona como relleno y sustituto del argumento; en vez de crear situaciones discursivas o reflexivas que nos lleven hacia un final de impronta filosófica -dada la naturaleza de la trama- lo que tenemos es una cinta bélica y de acción en un marco pseudo futurista. Así pues, vemos casi media hora de tiros, bombas, gritos e impactos hiperrealistas durante los cuales no ocurre argumentalmente nada importante o significativo. Desde el punto de vista de la producción esto es escuela sobre estándares óptimos de eficacia técnica, pero filosóficamente esta parte es vacía y hasta aburrida si se ve demasiado.
Pondré como contraste una pequeña cinta de apenas una hora y 20 minutos de duración y bajísimo presupuesto: Los muertos, última cinta de John Huston, dirigida desde una silla de ruedas poco antes de morir. Esta película es una versión fílmica del último cuento del Dublineses de James Joyce. Consta de dos partes: una reunión familiar en la irlanda de finales del siglo XIX, y un diálogo entre una pareja de esposos que había asistido la misma, pero ya en la habitación del hotel. Luego de pasearse por los miles de detalles de la reunión y sus risas y añoranzas, la mujer procede a hacerle una revelación insólita a su marido, en relación con un apasionado amor de juventud nunca antes confesado. Luego de dormise ella, discurre un monólogo en la mente del marido, en el que somos testigos de una alegoría portentosa sobre lo efímero de la condición humana.
El efecto de este final es demoledor y pocas veces he visto un final con semejante carga emotiva y poética. Y Huston logra esto con unas pocas tomas discretas y austeras de la reunión y de melancólicos parajes nocturnos cubiertos de nieve que cae. No es un plano secuencia, no hay balas ni efectos sonoros hiper realistas...ni está Clive Owen, y sin embargo Huston logra un efecto emocional y filosófico de impacto inigualable. Esa es la verdadera esencia del cine.
No desacredito a Cuaron, pero de por sí, a pesar de su hiper realismo gráfico la cinta es bastante traída por los cabellos, una de esas advertencias sobre el futuro que muy en el fondo nadie se toma en serio. Nadie piensa realmente que en 20 años el futuro sea así, así como ninguna de las cintas apocalípticas de hace 30 años que retrataban esta década acertó en su visión desesperanzada. El mundo seguirá con problemas, pero de otra índole, con caos fragmentario y progresos ocasionales, con nuevos retos, nuevas desesperanzas y nuevas dudas.
Esa visión de una Inglaterra totalitarista fascista con mete a los inmigrantes en campos de concentración parece mala propaganda hippie actualizada. No importa que esté hecha de manera realista.
La premisa tiene más agujeros: porqué en un mundo en el que cada año hay 100 millones menos de personas, el problema de la inmigración va a tener un significado como el actual?, por poner un ejemplo. si hay cada vez menos gente en el planeta, porqué la preocupación por la polución si más bien cada vez habrá menos gente que compre productos manufacturados? Cómo obtuvieron los inmigrantes del getto semejante cantidad de armas si el estado es totalitario y el getto estaba estrictamente controlado por fuerzas militares? Al tema del fin de la humanidad se le saca muy muy poca reflexión, por no decir que ninguna. Lo que hay es un par de ideas ahí genéricas y algo trilladas sobre los "pecados de la humanidad", pero la cinta transcurre más en el terreno del "escapemos antes de que nos agarren" que en el terreno de la reflexión temática. Frente a esta, Banderas es una cinta más meditatia y honesta, y mucho menos efectista.
Es una paradoja; durante años, cierta tendencia anti americana en ciertos amantes del cine, les ha llevado a condenar los excesos de perfeccionismo técnico de un Spielberg en cintas como Saving Private Ryan; ahora que algunos directores no americanos le ponen mano a grandes presupuestos el público les aplaude si hacen lo mismo que le criticaban a sus colegas estadounidenses: usar efectos especiales de alto calibre, hiper realismo pirotécnico, acción sangrienta a raudales...
Sin embargo, con todos sus años de cine a cuesta, su reputación y sus posibilidades de financiamiento, un Scosese se mantiene increíblemente purista, usando montaje "a la antigua", de hecho, relajando su uso frenético de la cámara y sustentando más la cosa en argumento y actuaciones y prácticamente empleando apenas lo necesario los recursos de pirotécnica y efectos de retoque digital visual que ofrece la industria en la actualidad.
Sin Children la hubiese dirigido Spielberg y Los infiltrados un Iñárritu o alguien por el estilo, nos encontraríamos a más de uno explicando porqué lo de Spielberg es pura técnica pero que el verdadero artista del cine es Iñárritu.
Para mi Children, que la disfruté porque yo disfruto cualquier película, no fue más que una cinta algo pretenciosa, con ínfulas de gran cuento moralizante, con una vision futurista algo desgastada, unos planos secuencia muy bien diseñados y unos efectos de altísima factura, que aunque son difrutables en un 100% desplazan contenido, trama y personajes.

Rfa. dijo...

La verdad es que no me gusta hablar de ignorancia cuando se discute sobre cine. Desconfío de los eruditos y me pirro por los perspicaces. Aun así, me llama la atención que tu discurso acabe apelando a la moralidad de tal o cual película, a la profundidad filosófica de tal o cual propuesta. ¿De qué estamos hablando aquí? ¿De cine? ¿De filosofía? Si a mí me parece que Cuarón es un director de puta madre es porque cuando filma un plano secuencia tiene que planficar una cantidad asombrosa de elementos, posiciones de cámara y movimientos. Es, sin duda, un ejercicio de alarde. Pero... ¿acaso los alardes no están ahí para que nos asombremos y admiremos a quienes los llevan a cabo? En un plano secuencia, además, hay que tener un prodigioso sentido del ritmo porque éste depende de cómo filmes, y no de cómo montes. Es evidente que puedes conseguir un ritmo fantástico con el montaje, pero ya no es lo mismo.
De cualquier forma, me ha gustado tu punto de vista. Visita Sindrogámico más a menudo y danos vidilla.

Ramón Besonías dijo...

Estupenda película, de un calado político muy jugoso. Los mejicanos están reanimando el género fantástico y de ciencia-ficción.

Comparto con vosotros la importancia de ver "hijos de los hombres" como un cuento moral (que no moralista) de ciencia-ficción sobre las paradojas de nuestro mundo.

Un saludo. Si os apetece dejaros pasar por OjO de buey:

http://elhilodepenelope.blogspot.com/2007/05/hijos-de-los-hombres.html