jueves, 11 de enero de 2007

Chelsea Hotel

"I remember you well in the Chelsea Hotel
you were famous, your heart was a legend.
You told me again you preferred handsome men
but for me you would make an exception.
And clenching your fist for the ones like us
who are oppressed by the figures of beauty,
you fixed yourself, you said, 'Well never mind,
we are ugly but we have the music.' "


Chelsea Hotel nº2
Leonard Cohen

Hablando hoy con un amigo que se marcha unos días a Nueva York me acordé...

Cuando estuve allí me quedé sin ir al Chelsea Hotel, en la calle 23, entre la 8ª y la 9ª, puesto que sólo disponía de un fin de semana en la ciudad, y mi lamentable condición de mitómana aún se resiente de ello.

En una de sus suites dormía durante el día la diva del teatro Sara Bernhardt en un féretro que usaba como cama, dicen las malas lenguas...
Ya en los cincuenta, sus paredes albergaron durante largas temporadas a Jackson Pollock, Allen Ginsberg, Burroughs, Kerouac o Arthur Miller, entre muchos otros. Miller escribió "El Chelsea no era parte de América, no tenía aspiradoras, ni reglas, ni gusto, ni vergüenza. Era una fiesta de nunca acabar".
En el amanecer de 1953, el poeta galés Dylan Thomas pronunció allí sus últimas y heroicas palabras: “...I’ve had 18 straight whiskys and I think it’s a record.” (me he tomado de un trago 18 whiskys y creo que esto es un récord). Poco después moría en un hospital cercano, de coma etílico, claro...

Durante los sesenta el lugar asistió a su consagración como santuario de la más dispar intelectualidad y bohemia, no sólo neoyorquina sino internacional; Arthur C. Clarke escribía en un cuarto el guión de 2001, Una odisea en el espacio, mientras en la habitación de al lado Bob Dylan paría nada más y nada menos que el mítico Blonde on blonde. Los chicos de la Velvet y su gurú Andy Warhol también eran asiduos, de ahí el título del primer disco en solitario de Nico, una auténtica Chelsea Girl.
Está claro que en el Chelsea estaba todo permitido, supongo que por ello lo eligió Jimi Hendrix para atronar a todos los parroquianos con su Marshall, en sus primeros ensayos...

La próxima vez que vaya a Nueva York me acercaré por allí, no sólo porque no creo que exista otro sitio con tal concentración de talento a lo largo de casi un siglo, sino porque estoy en deuda con el lugar por ser la cuna de mi canción preferida de Leonard Cohen, Chelsea Hotel Nº2.
El bueno de Cohen cuenta que cogió el ascensor buscando encontrase con Brigitte Bardot y..., ¡¡se topó con Janis Joplin!!
De tan bizarro, ejem…"encuentro"-los que manejen slang neoyorquino que indaguen en la letra lo que hicieron estos chicos - surgió esta canción. Me encanta eso de “We are ugly but we have the music”…

Seguro que ahora es un sitio turístico de mierda, lleno de placas y fotos que recuerdan aquellos tiempos, pero yo iría a ver qué pasa, ya os contaré qué noticias trae mi amigo si sigue mis recomendaciones...

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Y de nuevo Cohen...

Anónimo dijo...

Que razón tienes. Hemos convertido el pasado en nostalgia de "chapas y mierdas de esas" La mitomanía la hemos envasado rápidamente al vacío para presentarla en forma de anuncio pop

n. dijo...

Creo que leí hace poco que Warhol y su gente no se pasaban mucho por el Chelsea porque se llevaban fatal con Dylan, especialmente tras el incidiente con Edie Sedgwick que aparece en Factory Girl. En fin, a mí también me pierde la mitomanía aunque esté envasada; si alguna vez voy a Nueva York tengo una lista como de 3 folios de sitios a los que me gustaría ir por una tontería u otra: el Grey Papaya's, el CBGB (si no lo han tirado), la fuente de Bethesda, la esquina del estanco de Brooklyn, etc...

Walter Kung Fu dijo...

Es increíble. Hemos empezado hablando de una maravillosa canción del señor Leonard Cohen, uno de mis, por llamarlo de alguna manera, pues no los tengo, ídolos, para acabar hablando de una maravillosa ciudad, una gran urbe, donde todo es sorprendente, como en Cohen. Eso sí, no creo que guarden propiamente mucha relación entre si.

De la Velvet no hablaré que me toca la fibra sensible, pero, como no, yo también peco de esta tonta mitomanía que nos lleva a los sitios más extraños y estúpidos buscando nuestras preferencias y admiraciones y anhelos, nuestras pasiones. Si no, que se lo pregunten a Vila-Matas, quién cuenta con mucha ironía como en sus años de bohemia parisina trataba de seguir los pasos felices de Hemingway narrados en París era una fiesta.

Nueva York. Esa ciudad. Donde todo es sorprendente y todo te lo esperas. Yo disfruté mucho de los días de visita que allí pasé, en casa de un amigo de un amigo, en un piso treinta y tantos de una torre de apartamentos al lado de Central Park. Mi amigo y yo disfrutábamos mucho tirando la basura a través de la compuerta situada en la pared del corredor destinada a este fin, pegando nuestras orejas al hueco tratando de escuchar el proceso de su caída. Esto es también fetichismo, otro tipo, pero igual de simple y tonto que buscar una placa.

Nueva York. Sus rascacielos y edificios, sus habitantes vivos y muertos, sus razas y grupos, sus calles y barrios, su metro, sus museos y galerías, sus tiendas, sus bares y restaurantes, sus pizzas, hamburguesas y su steak tartar, sus bebidas y su pelotazo Island Iced Tea, sus mujeres, sus taxis, sus alcantarillas humeantes, sus grupos de música, su Central Park, su Central Station, su Estatua de la Libertad, sus desaparecidas Torres Gemelas, su Chrysler Building, su todo. Todo esto me venía a la mente cuando veía, sobre el portarrollos de papel higiénico de mi antiguo baño, una elegante cajetilla de cerillas del Whisky Bar, cuyas camareras rivalizaban en parecer una Pamela Anderson cualquiera, pegado a Central Park.

De no vivir en Madrid, me gustaría hacerlo allí. Con dinero, claro. Porque es la ciudad, después de la de uno, que más cómodo te hace sentir. Como Madrid.

Por cierto, Paz.

Anónimo dijo...

La voz de Leonard Cohen, como una vieja madera oscura con destellos de oro mate. Resuena esa voz en el bosque, que es un palacio inextricable de madera y silencio, como resuena en la penumbra de la habitación en que el cantante está sentado, meciéndose en una butaca de color marrón, envuelto en una manta. Y su guitarra española exhala un penetrante perfume de madera cuando desde la prima al bordón todas las cuerdas no hacen sino esparcir notas de caoba, nobles y graves.

Voz de la noche, voz del sueño. Voz que adormece, de la que muchos se burlan por concebirla sólo como un aburrido medio para ir cayendo en el sueño. Esas canciones tan largas, y lentísimas, la monotonía de la voz... (Una antigua tradición celta habla de la música del sueño, la que adormece irresistiblemente a quienes la escuchan: son los dioses quienes guían de esa manera a los oyentes hacia el otro mundo) Nanas, lentas hileras de palabras iguales, arrullos a sovoz para que la noche sea más dulce, y el viaje, el paso, menos trabajoso.

Leonard Cohen no canta bien, él lo sabe: "Mucha gente dice que no sé cantar y tienen razón. En un momento dado llegué a la conclusión de que no sabía cantar, pero que sabía hacer otra cosa, llámalo cantar o como quieras, pero hay algo en la voz que es verdadero, que es auténtico". Una voz, además, que abdica ante el sentido de las palabras, sin forzar torpes efectos: de esa manera consigue que todo suene intenso, verdadero. La dicción es segura, firme, y a un tiempo dulce, fluida, sin rigidez.

Esa voz oscura levantando paisajes de invierno, espacios un punto irreales de frío y niebla, habitando la penumbra densa de un dormitorio...

Anadja dijo...

Maravilloso texto sobre la voz de Leonard Cohen, gracias Harpo.
Y garcias también a Walter por trasladarnos a NY durante un ratito...
n., puntualizo, he estado investigando y, efectivamente, los chicos de la Velvet no frecuentaron tanto el Chelsea como otros, lo cual no quiere decir que no se pasaran directamente, pues el sitio era una referencia obligada de la época; exposiciones de pintura y escultura, fiestas de lo más de lo más etc etc etc . La que sí pasó estancias allí fue Nico y se sentía muy identificada tanto con el lugar como con el barrio...
Ardo en deseos de saber qué lugares has escrito en esos tres folios....Sean cuales sean seguro que yo también quiero ir...

Rfa. dijo...

Yo estuve en Nueva York hace más de diez años y me gustó mucho. Pero no sé qué me parecería ahora, la verdad. Alguien me contó que es una ciudad demasiado cara, y otro amigo siempre me echa pestes de ella. Como ya he contado aquí alguna vez, cada día me levanto menos mitómano. No creo que fuese al Chelsea Hotel, aunque me dan morbo sus historias tópicas de rockeros excesivos y escritores malditos.
Respecto a Leonard Cohen, confieso que me he esforzado mucho por disfrutarle y que, sin embargo, siempre acabo aburrido.