lunes, 16 de julio de 2007

Madama Butterfly, la noche... y las pipas

Esto es lo que tiene el verano en Madrid: que puedes ver el debut de Plácido Domingo como director de Orquesta con Madame Butterfly en el Teatro Real sin pagar un duro. ¿Dónde? En la plaza de Oriente. ¿Se escuchaba bien? Bastante bien, aunque hacía eco al chocar con el Palacio Real. ¿Cómo se veía? En una pantalla gigante en la terraza del teatro (en la que yo estuve una vez…).

Pero, cómo no, toda esta velada se vio enturbiada por las conversaciones tipo Epi (esa voz que se utiliza para hablar en bajo, pero chillando) de diez minutos de los asistentes, esas bolsas de plástico sacando las patatas y las pizzas para llevar, esas cascareo de las pipas cada tres segundos, la gente que se levanta cada dos por tres y se pasea por delante, etc.

En fin, que hay que tener ganas, porque un aria en esas condiciones… se sufre.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo estuve allí, rodeado de abuelas graciosas que no hacían más que comentar lo que veían por esa ridicula pantalla que habían instalado...
La próxima vez me llevo la silla de casa, las de plástico azul son incómodas.

Saludos dramatico practicos.

Anónimo dijo...

¡Qué ilustración tan atractiva!

Os paso un soplo: Carlos Pazos, Reina Sofía. Hay que ir con tiempo, con tranquilidad, viendo detalles (y no perderse los audiovisuales). Ya me diréis.

(como verás, de la ópera no digo ni mú (burrico.burrico@necius))

franhilz dijo...

anyways mujer! - la cosa va gratis!... por eso mismo, me imagino que irán muchos solamente a parar el dedo... pero bueno, no hay que ponerse denso tampoco.

gracias por tu comentario!

Walter Kung Fu dijo...

Exacto, el tema era gratis, no? Hay dos factores que siempre alteran acontecimientos como éste: uno, que sea al aire libre, y dos, que sea gratis. Ambos le confieren un aire de feria.

June Fernández dijo...

Pagué un dineral por ver El lago de los cisnes en el Palacio Euskalduna. Sonaron móviles, la gente hablaba, se levantaba, y tosía todo el rato (parece que las neumonías se contagian de golpe en ese tipo de eventos)... Criticar por ello las pocas iniciativas populares que permiten a personas de todas las clases sociales ver arte no me convence. Bastante elitista está ya el panorama. ¿La solución? ¿Más prohibiciones? ¿Educación? Ni idea.

Anónimo dijo...

Lo que me escuece es que esto pasa en Viena y a ningún español se le ocurre comprarse una pizza y comérsela en la oreja de un autriaco, se a gratis o no...

Respiro, sssssnnfff, expiro, uuuuuuuhhhfff.

¡Me encantaría tener la ilustración en poster!

Así que Carlos Pazos... ¡lo intenaré este sábado tarde, que es gratis, ;)!

Rfa. dijo...

En Viena, querida Magapola, la gente madruga para escuchar música clásica cuando llega el año nuevo. Y aquí, por el contrario, dormimos la resaca tremenda de la nochevieja. ¿Es la distancia entre las dos costumbres insalvable? Quizás no: algún año me he levantado lo suficientemente pronto como para ver por la tele que a los austríacos les gusta dar palmas como críos mientras toca la orquesta. De ahí a comer pipas, quizás no haya tanto, ¿no?

María dijo...

Fui afortunada y viví algo realmente mágico

Francesco Pasolini dijo...

Yo llego tarde a este debate, pero estuve allí con Magapola, y fue todo un despropósito. Me parece muy llamativo que alguien llame elitista a quien simplemente critica la mala educación de algunos individuos. Quizá no esté hecha la miel para la boca del asno. El elitismo es negativo cuando lo que se pretende es excluir a los demás generalmente de los que tienen menos medios, de los bienes y servicios,pero cuando este acceso se facilita por todos los medios (informo, ya de paso, para quien no lo sepa, que una entrada del Real es mucho más económica que un concierto de los Rollings) y las personas no responden con respeto, sino que se dedican a deslucir el espectáculo, hay que denunciar su mala educación y punto. Y sobre aplausos y orquestas, me parece que la comparación con el caso de Madama Butterfly es desafortunado, y que en Viena eso forma parte del espectáculo y de la diversión, donde existe una integración e interacción perfecta entre la banda y el público.