martes, 10 de julio de 2007

Sindrogamia, por Sintomático

Con esta entrada me dan ganas a mí de dar las gracias a Sintomático
(y se las doy), por este regalo literario. Él es el que despide
Gracias
y lo hace de una forma deliciosa, como no puede ser menos. A todos, ha sido un placer teneros por aquí y aprovechamos para desearos un feliz verano.


Y ahora, silencio, que se abre el telón…

Malthus colocó la vieja escalera de madera junto a la estantería más alta. Su despacho, una habitación rectangular con un ventanuco encima de la mesa, era como una colmena de libros. En las partes más oscuras y lejanas se encontraban las reinas de su colección. Las tocaba poco y sabía que algún día tendría que trabajarlas concienzudamente. Solía quedarse en las estanterías más bajas, donde estaban las novedades literarias, los discos y películas recién compradas. Aquel día llegó a casa paladeando un nombre: sindrogamia.

No supo ni dónde ni cómo ni por qué, pero aquella palabra le había perforado el cerebro. ¿Qué significado tenía? ¿Cuál sería su etimología? En la estantería, su viejo diccionario de la lengua, completo y exhaustivo, le llamaba urgentemente. Lo examinó y no pudo encontrar apenas un significado remoto. Las clases de latín y griego en la escuela le permitían jugar con las partes de la palabra: monogamia, monógamo, que se casa una sola vez o con una sola mujer. Poligamia, polígamo, que se casa con varias mujeres a la vez. ¿Sindrogamia? ¿Sindrogámico? ¿Era un estado de la persona, un planeta como decía el filósofo orientalista Walter Kung Fu? ¿Alguna enfermedad que generaba nuevos síndromes misteriosos? ¿O simplemente una combinación terminológica indescifrable?

Fue entonces cuando, aturdido por tantas preguntas, Malthus arrimó la escalera a la estantería que llegaba a los libros más preciados de su colección. Joyas que nunca quiso tocar, que había heredado de sus antepasados y que tendrían un valor incalculable. Se agarró a uno de los peldaños y empezó a ascender.

No se dio cuenta de que tocaba el techo con la cabeza hasta que le cayó un poco de polvo en la nariz y en los hombros. Estornudó. Después, se colocó las gafas y echó un vistazo en la estantería más alta de su biblioteca. Pasó el dedo por los lomos de los libros dejando un surco perfectamente visible. "Motorile Jung, un historiador de lo minúsculo", "La asunción de Israhm", "Sans l'Argent", "Tom und Weisz". Después de investigar, por detrás, por encima, durante un rato y ya a punto de descender, encontró lo que buscaba. Era un libro legado de su abuelo, una obra enciclopédica que sintetizaba algunos misterios de la historia de las artes. "Tratado de la Belleza". Entusiasmado, agarró el libro con la mano derecha y comenzó a descender.

Hay momentos en los que el hombre queda suspendido en el espacio, bloqueado en el tiempo. Parece que puede girar el cuello y mirar su pasado durante unos segundos eternos. Es el último momento recordado de la vida y se suele llamar muerte. Uno de los viejos peldaños de la escalera crujió y Malthus recorrió con la mirada toda la estantería, a cámara lenta, mientras caía en picado. Otro peldaño le cerró la boca de golpe y se partió la lengua en dos. Como un fantoche en el suelo y con los ojos casi muertos, pudo ver, junto a él, el Tratado de su abuelo abierto por la página 313, donde una letra capitular, rezaba: "Sindrogamia".

7 comentarios:

n. dijo...

Cuentan las crónicas que la primera vez que se escuchó la palabra sindrogamia fue en una terraza de los alrededores de la madrileña churrería de San Ginés, en una mesa repleta de dobles de cerveza vacios, pronunciada por gente que vociferaba y reía mientras profería otras extrañas palabras. Comenzó entonces a circular por ciertas cuentas de gmail, que la adoptaron tras ciertas dudas como propia.
Según algunos, la sindrogamia bien puede reflejar un estado de ánimo, que se caracteriza por episodios de diálogo al que todo el mundo es bienvenido.
Me ha encantado este relato. Gracias.

Anónimo dijo...

Pocas veces se puede saber el origen de una palabra, la primera vez que fue pronunciada, quién o quienes lo hicieron, dónde... Pocas veces se te descuelga un libro de la estantería y se te abre un enlace directo a Sindrogamia. El sintoma indiscutible de sufrir sindrogamia es una ansiedad irrefrenable por convocar al otro para saciar los impulsos de diálogo…

BlogExpressInforma: Se están haciendo estudios para saber hasta dónde llega el brote de sindrogamia, puesto que se han diagnosticado varios casos. Según las últimas noticias…

Walter Kung Fu dijo...

...la sindrogamia, pandemia de extraños e indescifrables efectos contagiosos, avanza inexorablemente.

Malthus y Sintomático, desde sus diferentes mundos, dan prueba de ello.

Miguel Carvajal dijo...

Sin embargo, Sintomático aun no ha sufrido los efectos de esta perversa necesidad sindrogámica, como han señalado fuentes de Interior.

Por otro lado, la mujer de Malthus lloró en su entierro y dijo que "jura al dios de Sindrogamia que nunca volverá a pasar hambre". Al parecer su difunto la tenía a pan y agua, además no la complacía sexualmente, enfrascado en sus múltiples libros diabólicos.

Según la policía, se han abierto varias líneas de investigación para esclarecer este trágico y misterioso suceso.

[Sindrogámicos, gracias por vuestra hospitalidad]

Álvaro dijo...

Jo, no os marcheis...

Anónimo dijo...

¡Sintomático, un placer que hayas sido uno de los de las tres entradas! Una gran historia verídica.

¿No habrá más invitados con su entrada? Que quedaban muchos asientos libres.

Rfa. dijo...

Sintomático, llego tarde pero lo hago conmovido por tu relato.
Pobre Malthus, perder la lengua justo cuando encontraba lo que buscaba. ¡Ya no pudo contárselo a su mujer! ¿Quién sabe? A lo mejor con eso se hubiese reconciliado con ella, ¿no? "Querida, he encontrado algo que buscaba y estoy tan contento que hoy tenemos postre". Por suerte, después de la lengua perdió la consciencia, y como la cosa va de escaleras que se bajan, a continuación perdió la vida. Menos mal. De haberse quedado mudo y vivo, habría sido un mudo frustrado y triste, pero como se quedó muerto, fue un muerto feliz.
Gracias por todo.